Neoliberalismo, esa rara sensación de libertad


«¿Por qué tengo que mirarme a mí mismo y en todos los otros veo a mis enemigos? ¿Qué tipo de sociabilidad es esta donde no hay cooperación, solidaridad?» 

Boaventura de Sousa

El sociólogo Boaventura de Sousa afirma en esta entrevista que «el neoliberalismo te crea la idea de que hoy el gran vencedor es el rico», una concepción del todo acertada si aceptamos que vencer lleva a uno a la mejor vida, a la felicidad, al no va más o al ya no hay a dónde ir. La falsa verdad moderna. ¿Dónde está el engaño?

La educación, la historia o la filosofía son valores culturales y, como tales, el acceso y las oportunidades destacan por su inestabilidad. En nuestro modelo social el más fuerte es el poseedor del conocimiento más válido, que se traduce en que los intereses, la desigualdad y el desequilibrio mundial inclinan de un modo evidente la balanza de los poderosos. Recordando otra entrevista del año 1985 a Pepa Flores (Marisol): “Soy comunista -marxista-leninista […]. Y lo seré hasta la muerte. Pero estoy harta del comunismo teórico […]. Una entiende el marxismo-leninismo de una manera visceral, un poco a lo bruto, si quieres, porque lo intuyo. Porque ¿quién en este país ha tenido la oportunidad de leer a Marx y a Lenin?».  Son América del Norte y Europa los lugares donde está el mayor desarrollo, donde hay más poder, más dinero, más, más y más. Y mientras tanto más de 22 millones de personas tienen su vida colgando de la ayuda humanitaria en Yemen (España tiene una población de 46 millones).

Ese desequilibrio mundial lo causa precisamente la exclusividad de la validez del conocimiento científico, según Boaventura, que ha llamado a este sistema epistemicida y deja esta curiosa reflexión: «Se ha destruido mucho porque no se ha valorado suficientemente la sabiduría de la gente, los conocimientos populares, vernáculos, que salen no de experimentos científicos, sino de experiencias de vida. Experiencias que tenemos todos nosotros».

En el libro Salvar el capitalismo, el político Robert Reich (economista y profesor, fue Secretario de Trabajo durante el gobierno de Bill Clinton y uno de los asesores del presidente de EEUU Barack Obama) reconoce que la gente espera que el sistema le permita mejorar y al igual que la gente esperaba que sus hijos mejoraran su calidad de vida hace 30 años, hoy en día se espera lo mismo. Pero la realidad no será tal pues el sistema capitalista no permite mejorar a todo el mundo ni permite mejorar indefinidamente. Reich sentencia que el capitalismo funciona para un grupo reducido de gente, pero no para la mayoría, “la partida está amañada, la gente lo nota pero no sabe cómo está amañado”. El capitalismo de amigos. Las élites. La élite formada por las corporaciones,  grandes empresas, políticos, iglesia y la entera burguesía que redistribuye la riqueza entre los más ricos, entre sí y para sí.

Comparte su opinión Antón Losada en el siguiente vídeo utilizando menos de un minuto para definir al FMI (Fondo Monetario Internacional).

Paremos en eso de la plusvalía. En el supuesto en que una persona debiera trabajar el tiempo que vale su fuerza de trabajo, la plusvalía equivale al valor del tiempo extra trabajado. Uf, demasiado trabajo. Retomando el origen, Karl Marx llamó plustrabajo (o apropiación de trabajo no pagado) a las horas que exceden al tiempo de trabajo necesario para producir los bienes que se requieren para que exista dicho puesto de trabajo (o para producir un valor equivalente a su salario). Es decir, Karl Marx plantea lo que se convierte en el trabajo no pagado: si estas personas necesitan media jornada laboral para crear el producto, la otra media jornada la están trabajando porque el empresario se apropia de esas horas de trabajo “extra”.

El negocio del capitalismo tiene una de sus bases en la plusvalía, la evolución de la esclavitud, que aprovecha desde la ausencia de regulación en derechos de trabajadores o la evasión de impuestos para fabricar en determinados países, hasta el avance de las nuevas tecnologías para suprimir puestos de trabajo y asentar la multitarea y la sobrecarga de responsabilidades en los empleados. El autónomo José Manuel Martínez trata lo evidente mientras navega por el mito del emprendedor en el libro en el que narra su experiencia: “En España se utiliza como ejemplo a Amancio Ortega […] obviando las sombras que le acompañan en el camino recorrido desde sus inicios en Ferrol hasta su dominio de la moda de bajo coste: fabricación con mano de obra esclava, evasión de impuestos, etc.” 


“El neoliberalismo es un sistema muy eficiente, incluso inteligente, para explotar la libertad.”

Byung-Chul Han

El neoliberalismo está tan aceptado y asumido por la sociedad que permanecemos inconscientes cuando la empresa privada toma el poder, por ejemplo, a través de los medios de comunicación. Porque el libre mercado es eso, amigo. Es dinero y es con dinero. Y es libre, libre como el viento y esclavo como el oxígeno. El filósofo Byung-Chul Han utiliza el término psicopolítica para definir cómo el poder opresor abre paso al poder seductor e inteligente para conseguir que la población se someta por sí misma, es decir de un modo no consciente pero con apariencia de libre elección.


Esta es la realidad y no se niega porque no son sólo portadas, son contenidos, es la publicidad, son las noticias. Es lo que piensas. O lo que tienes que pensar. Boaventura de Sousa opina que «los niños y niñas que se han educado después del triunfo del neoliberalismo son menos libres» y que el propio sistema manipula la historia, lo que conlleva al desprecio de culturas como la china o india, o del islam. A pesar de toda la información disponible, cine y documentales, libros y un largo etcétera de publicaciones accesibles, que incluyen detalladamente los métodos, las excepciones, los privilegios y los hilos del gran teatro del sistema, a pesar de ello, como decía, el sistema se autocompensa.

El sistema neoliberal necesita corrupción, y para ello clases (sociales); libertad de mercado con privilegios para el de al lado. Los sindicatos invierten el dinero que gestionan en ganar elecciones, al igual que los partidos políticos. Bolígrafos, mecheros, calendarios… ¡Los sindicatos fueron creados para luchar por la mejora y salvaguarda de los derechos de los trabajadores! No existe el sindicato neoliberal. Esa lucha es anti-neoliberal. Aun con la convivencia de diferentes organizaciones cuán dura debe ser la competición por obtener más votos y más representantes, cuán la necesidad de colaboración de organizaciones sindicales. El objetivo es común. Lo mismo debiera ocurrir en la política, donde el fin estipulado es la gestión. Centrándonos en ámbito nacional, Cristina Fallarás explica en Otra vuelta de tuerka cómo las «empresas procedentes del franquismo, las del Ibex, han copado y participado en los medios de comunicación y partidos políticos y por lo tanto no tenemos armas para luchar contra la pobreza, pobreza que viene del franquismo». Se refiere a la famosa y reclamada transición. Pero avancemos.

Hablábamos de corrupción e implícita viaja la corrupción moral, y peligrosamente cercana la confusión moral del bien y el mal. Todavía me produce rechazo ver a un presentador de telediario recomendando una compañía de seguros tras haber informado de la muerte de 80 personas y 40 niños asesinados durante un ataque contra civiles en una guerra, o a una de esas amigables personas famosas o deportista de élite intentando convencer a alguien de que apueste on-line para hacerse rico (como él). ¿Volveremos a los anuncios de tabaco? No, avancemos. Anunciaremos bebés. O madres gestantes para bebés, vete tú a saber.

Tomando un desvío para terminar con la interesante reflexión del sociólogo portugués Boaventura de Sousa sobre la lucha de clases, que resume una de las claves: «Las mujeres luchan contra el patriarcado pero se olvidan del colonialismo, del racismo o del capitalismo. Los sindicatos, cuando luchan en contra del capitalismo, se olvidan del racismo y se olvidan del patriarcado… Estamos muy fragmentados.»


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